Jacinto Piedra y el sueño santiagueño



El 25 septiembre cumpliría 59 el músico santiagueño, símbolo de una generación que le dio una vuelta de tuerca al folklore, poniendo en escena a los hombres y mujeres de este tiempo, con sus pesares, luchas y esperanzas. La última canción que entonó, antes del accidente en el cual murió en 1992, termina diciendo: “mi rebelión te canta lo que me faltó”.

>por Federico "Poni" Rossi

Jacinto Piedra fue un punto de inflexión, un punto de quiebre. Fue una idea que trajo un soplo de aire nuevo y que tenía que ver con la incorporación de una serie de conceptos totalmente novedosos para el folklore como “desacartonar el folklore”, plantear el tema de la paz, plantear temas ecológicos, acortar la distancia entre lo rural y lo urbano, plantear el tema del indigenismo. Así lo describe el poeta Bebe Ponti, autor del libro “Jacinto Piedra”.
Jacinto Piedra, el jilguero, fue una fugaz pero contundente aparición que en los años 80 tuvo la música popular argentina. En una década signada por los cambios políticos que tuvieron su correlato artístico en el rock, pero también en la música de folklórica, Jacinto Piedra, Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal, Juan y Carlos Saavedra, Horacio Banegas, fueron algunos de los artistas que iniciaron entonces una transformación que fue fundamental para el nuevo folklore. Jacinto fue quizás el estandarte y que, tras su trágica muerte, se convertiría en mito para las nuevas generaciones. Él era el joven que cantaba en una plaza y que subía a un escenario. Era uno más del todo. No era el diferente, sino que era el joven que daba la ronda en la Plaza de Mayo junto a las Madres, era el que se dejaba el pelo largo, que se animaba a experimentar, que tenía un pensamiento libre, que pensaba que la mujer debía ser libre, que el sexo no debería ser un tabú, y era el joven que pensaba que la democracia es una necesidad de los pueblos, que Latinoamérica es una sola, y que solo aquel que pisara descalzo en las piedras de Arequipa o de La Paz podía hablar de Latinoamérica. Tenía una voz única, porque la voz de Jacinto fue una de las voces más bellas que tuvo el canto argentino. Con todo eso se identificaron los jóvenes después de su muerte hasta convertirlo en mito.

En un monte vecino cantó un cardenal…
Es 15 de agosto en Santiago del Estero. El sol se esconde en el horizonte y el anochecer cansino aplaca levemente el calor abrazador de estos pagos. Las luces de mercurio van iluminando las esquinas de las calles de tierra en el barrio Tarapaya. Al fondo de la cuadra, en una casa, más bien en su patio, se oyen los primeros versos de una chacarera. En un monte vecino cantó un cardenal / y un mediodía de flechas lo quiso callar / pero tu sol quería volverlo a encontrar. Era Jacinto Piedra, o no, más bien, era su chacarera, la “Chacarera del amor” y era su brillante voz entonando esas estrofas de aquella canción que se convirtió muy rápidamente en autobiografía, no solo suya, sino de toda la juventud santiagueña, nativa o por opción.
Cuando fue el accidente, aquel 25 de octubre de 1992, hacía apenas unas horas había cantado esa canción ante 60 mil personas que lo escucharon atónitos durante el recital que dio en el cierre de campaña de José Zabalía, líder opositor al caudillo Juárez. Esa sería su última actuación. Esa melodía ya era parte del acervo popular y todos la cantaban. Por eso fue un verdadero shock la noticia divulgada pocas horas después.

En las calles florece una juventud…
Ricardo Manuel Gómez Oroná, porque así era como se llamaba en realidad, nació en Santiago del Estero un 25 de septiembre de 1955. Durante su niñez migró con su madre a Buenos Aires, destino al que miles de santiagueños verían como realidad vital porque en el pago ya no había trabajo. Ricardito ya venía demostrando que lo suyo era cantar. El niño cantor, como lo reconocían por el barrio, ya hacía gala de sus dotes interpretativas conmoviendo a todos en cuanta presentación hubiera. En esa niñez lo conoció a Peteco Carabajal, quien no le prestó mucha atención sino hasta su juventud, donde se convertirían en inseparables compañeros. Buenos Aires hizo que el rock entre en todos sus sentidos y es así que conoció a su primera banda, de la que fue guitarrista: Obelisco. Ricardo comenzó a ser Jacinto Piedra a expensas de Horacio Guarany, su ídolo de siempre. No se conocían entre sí, y Ricardo siempre quiso conocerlo. Tal es así que Cuti Carabajal lo invita a él, y a Peteco a que lo acompañen que Horacio cocinaría para varios invitados. Así lo relata Peteco: Un día fuimos con Cuti, y fue él, que estaba con nosotros, a la casa de Guarany, éste no lo conocía, no lo invitó, o sea, el invitado era Cuti, y las Voces de Orán, el Chango Nieto, esos eran los invitados de Guarany. Nosotros caímos medio de arriba. Estaba todo bien igual. Jacinto cantó ese día y Guarany lo bautizó Jacinto Piedra. Hasta ese entonces para todos nosotros era Ricardo Gómez, pero desde ese día, todo el mundo lo llamaba Jacinto Piedra.
El Jilguero ha sido parte de dos de las formaciones fundamentales del nuevo folklore como lo fueron MPA (Músicos Populares Argentinos), y Santiagueños
Con Jacinto –sigue Peteco– hemos compartido muchas cosas muy lindas, importantes, con sacrificio también, por seguir detrás de esa idea, de ese sueño que teníamos. Él en un momento como solista y yo cantando con Los Carabajal, pero andábamos juntos. Después los dos ingresamos al proyecto MPA, del Chango Farías Gómez. Yo en aquel tiempo lo había invitado a grabar con Los Carabajal al Chango. Después él me invitó una noche a su casa, y así hablando, me dio una cita para un encuentro. Él no lo conocía a Jacinto. Entonces yo me encontré por allá con él y le digo “acompañame que tengo una reunión y después seguimos”. Teníamos 28 años. Fuimos allá y ahí estaban el Mono (Insaurralde) y Verónica (Condomí), que junto con el Chango lo conocieron ese día a Jacinto. Al rato ya estábamos tocando nosotros. Siempre pelábamos la guitarra. Cantábamos chacareras, que se yo, y el Chango se sentó en la batería, el Mono agarró la flauta, y así, sin hablar empezamos a tocar. Después vino Santiagueños, donde seguimos trabajando de la misma manera, nada más que los dos y Juan Saavedra. Poco después fue el accidente.

Mi rebelión te canta lo que me faltó…
La tradición santiagueña se estaba perdiendo. Elpidio Herrera y Sixto Palavecino, dos pilares fundamentales en la conservación y recuperación de ésta vieron en Jacinto una nueva esperanza para retomar aquel camino que se venía extraviando. Don Sixto lo invita a grabar en su álbum “Por qué… por quién” (1984), junto a numerosos jóvenes artistas. 
Elpidio Herrera, viejo musico santiagueño, lo recuerda así: Jacinto Piedra ha sido un cambio fundamental en la expresión cultural musiquera de Santiago del Estero. Cuando parecía que todo se venía abajo, como que el folklore y la música tradicional santiagueña ya no se tenía en cuenta, Jacinto, con ese impulso joven, le ha dado un toque muy especial a esta cultura, y ha sido el atractivo fundamental de toda la juventud santiagueña por excelencia. Ha rescatado las intenciones muy profundas que sin dudas tenía el joven santiagueño pero que no sabía cómo expresarlas. Jacinto le ha dado ese toque. Ha abierto la vidriera para que los jóvenes se expresen. Él era denunciante de las injusticias. Y era noble. Era un ser profundo, querible, querido, y por algo ha dejado esa marca que ha dejado. Dentro de la juventud, Jacinto, ha sido un soplo. Soplo de Dios viviente, como dice la biblia, dentro del folklore.
Jacinto Piedra compuso apenas 25 canciones, pero lo cuantitativo no significa lo cualitativo. A veces, decía César Vallejo, un verso justifica un libro, y una canción de Jacinto Piedra puede justificar una obra o una vida en la historia del arte. Quizás su obra más representativa ha sido el aire de chacarera “Te voy a contar un sueño”, compuesta a principios de los 80. Que hace referencia a los duros tiempos que vivió en su juventud. Es una canción que denuncia la dureza con que la sociedad estaba siendo maltratada en ese tiempo. 
El bailarín santiagueño Pajarín Saavedra, hijo de Carlos y sobrino de Juan Saavedra, todos grandes bailarines santiagueños y amigos de Jacinto, dice que “Te voy a contar un sueño” es la canción, desde el folklore, que pinta el momento de la dictadura. Esa canción no se puede bailar así nomás. Primero porque no tiene la forma habitual de lo que es una chacarera, y segundo porque la letra es muy fuerte, es una poesía que se puede leer independientemente de la música, y está hablando de un momento muy específico. 
Sus composiciones han sido una bisagra en la manera de componer folklore rompiendo con lo meramente paisajístico e incluyendo al hombre, a la sociedad, a las personas desde su cotidianeidad pero con la profundidad que esas realidades conllevan necesariamente. 

Pero tu sol quería volverlo a encontrar…
Santiago Suárez, es vocalista de Vislumbre del Esteko, una de las más destacadas bandas santiagueñas de la actualidad. Él nos hace saber quien es Jacinto Piedra para los músicos de su generación: Jacinto mostró el camino, nos ha señalado la forma de cantar y nos ha inculcado todos los días eso de faltar un poquito al respeto a esto que es tan ceremonial para todos los tradicionalistas santiagueños. Siempre, antes de subir a cantar le digo “hermano, ayúdame a cantar bien, ayúdame a llegar al pueblo, ayúdame a que todos sean felices”, que esa es la idea. 
Con todo eso, y con mucho más, se identificaron los jóvenes después de su muerte. No es que Jacinto haya trastocado en leyenda, en mito, en poesía, en acto de fe azarosamente, porque hay mucha gente, muchos artistas que se mueren, pero no todos trastocan en mito, sino que evidentemente hubo algunos factores que determinaron que fuera tomado por los jóvenes y por el pueblo, porque no solo lo toman los jóvenes, sino lo toma el pueblo.

Agradecemos los testimonios de Bebe Ponti, Peteco Carabajal, Koki y Pajarín Saavedra, Elpidio Herrera y Santiago Suárez (Vislumbre del Esteko)




# Publicada en la revista Mascaró de septiembre de 2014

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